“El Pelillo” (Gracilaria chilensis), alga de importancia económica en Chile, en posible peligro de extinción

Por Pamela Padilla

La extinción de especies es un proceso natural que viene ocurriendo en la Tierra desde la aparición de los primeros seres vivos hace 3.600 millones de años. En más de una ocasión el número de individuos y la biodiversidad han sido diezmados, ya sea por grandes catástrofes, como la caída de un gran meteorito o por cambios globales en los patrones climáticos. Sin embargo, desde la aparición de los humanos, el número de especies que desaparecen por unidad de tiempo se ha acelerado como nunca antes en la historia del planeta.

Muchas de las actividades humanas, como la cacería, la deforestación y, recientemente, la contaminación de suelos, ríos y mares, han sido responsables de extinciones y pérdida de diversidad biológica en muchos ecosistemas alrededor del mundo. Otro de los grandes causantes de estos cambios es la domesticación, que manipula los ciclos reproductivos y selecciona artificialmente a las especies, lo que ha transformado profundamente la historia de vida de plantas y animales.

La literatura científica abunda en ejemplos sobre la naturaleza de este proceso de domesticación en ecosistemas terrestres, mientras que las investigaciones sobre domesticación de organismos marinos y sus efectos en el ecosistema son casi inexistentes. En el estudio “Tracing the Trans-Pacific Evolutionary History of Domesticated Seaweed (Gracilaria chilensis) with Archaelogical and Genetic Data”, publicado en la revista PLOS One, la autora Marie-Laurie Guillemin y colaboradores presentan resultados sobre el caso particular de la macroalga Gracilaria chilensis, comúnmente conocida como pelillo, y cómo la sobreexplotación de poblaciones naturales y su incipiente domesticación estarían poniendo en la lista roja a una especie de gran valor biológico, histórico, antropológico y comercial.

La evidencia arqueológica del sitio de Monte Verde, cerca de Puerto Montt, indica que el pelillo ya era usado como alimento y/o medicina por los primeros habitantes en el sur de Chile, hace 14.600 años. Más recientemente, se industrializó, y alrededor de 1970 los mantos de esta alga ya eran intensamente cosechados para producir agar, tornándose en una de las algas comerciales más importantes para Chile. Sin embargo, en apenas una década, su producción colapsó debido a la sobreexplotación. Es en ese momento que se iniciaron cultivos artesanales, pero extensivos, basados en la propagación clonal.

Los investigadores del laboratorio franco-chileno UMI Evolutionary Biology and Ecology of Algae del Centro Nacional de la Investigación Científica de Francia (CNRS por su sigla en francés) reconstruyeron la historia del pelillo combinando información genética y arqueológica, con el fin de comprender su estado en la actualidad. Los análisis filogeográficos demostraron que:

a) Las poblaciones presentes en Chile son una sub-muestra de la diversidad genética presente en las poblaciones de Nueva Zelanda donde ésta y otras especies del género Gracilaria también están presentes. Además, el pelillo chileno presenta una gran similitud con poblaciones de la costa este neozelandesa, lo que indica que el origen de Gracilaria chilensis es, en realidad, la costa este de Nueva Zelanda. En Chile, el lugar de mayor diversidad -correspondiente al probable lugar de su llegada al continente- se encuentra en la región de la Araucanía.

b) El segundo resultado interesante tiene relación con la estimación de su fecha de llegada a Chile. Basándose en la información genética y el conocimiento de la tasa de mutación del ADN utilizado en este estudio, se pudo inferir que ésta ocurrió alrededor del final de la última era del hielo, es decir, hace unos 18.000 años. En esta época, las corrientes marinas se intensificaron, permitiendo que varias especies de algas e invertebrados flotaran a la deriva desde Nueva Zelanda hasta Chile.

c) Finalmente, Gracilaria chilensis presenta una gran plasticidad fenotípica, siendo capaz de sobrevivir por largos periodos fuera del agua, lo cual facilita su transporte y dispersión, enrollada a troncos u otras algas que floten (como, por ejemplo, el cochayuyo que también viajó de Nueva Zelanda hacia el sur de Chile).

Según Sylvain Faugeron, profesor de la Pontificia Universidad Católica de Chile, investigador del Centro de Conservación Marina y parte del equipo de esta investigación, cuando se comparan las poblaciones de G. chilensis existentes en Chile y Nueva Zelanda, se observa en las poblaciones chilenas una baja diversidad genética. Resultado que sugiere que han sufrido un fenómeno denominado “cuello de botella”. Un cuello de botella genético ocurre cuando el tamaño de una población se ve reducido drásticamente, lo cual genera cambios en el acervo genético, reduciendo la diversidad genética de dicha población. El estudio buscó distinguir entre dos posibles cuellos de botella: el primero al momento de la introducción del alga en Chile, a partir de algunos fragmentos arrancados de una población natural neozelandesa; y el segundo más reciente y asociado a la sobreexplotación y/o domesticación de la especie en Chile. Cada uno de estos procesos deja una huella particular en el patrón de diversidad genética, lo que se puede analizar mediante la caracterización de toda la diversidad presente en Chile. Los resultados indican que tanto la introducción en Chile como su reciente sobreexplotación y la manipulación del recurso, han dejado huellas. Es más, se habrían acumulado los efectos de estos diferentes procesos, llevando la especie a presentar una diversidad extraordinariamente baja.

Los autores del estudio concluyen que el pelillo en Chile, tanto por su historia de colonización como por su domesticación mediante la selección de clones usados para su cultivo, ha llegado a un estado crítico en cuanto a su variabilidad genética. En efecto, la falta de diversidad genética conlleva por un lado a limitar las posibilidades de mejoramiento genético de los cultivos mediante selección artificial, y por otro lado a limitar las posibilidades de adaptación de la especie a los grandes cambios ambientales que están sufriendo los ecosistemas costeros (cambio climático, usos del borde costero, polución, introducción de patógenos y otras pestes, etc.). Estamos a un paso de perder un valioso recurso, ya que la reducción en la variabilidad genética podría estar llevando a esta especie por un vórtice de extinción.